sábado, 19 de março de 2022

MERCEDES SOSA Y UN FRONTERIZO EN PORTO ALEGRE

 

   El “Gigantinho”, estadio cerrado del club INTERNACIONAL de Porto Alegre, contiguo al “Beira Rìo” perteneciente a la misma institución, estaba abarrotado por mas de quince mil personas, ochenta por ciento de las cuales èramos argentinos y uruguayos en aquel turismo de mil novecientos ochenta. Nos había convocado la presencia allì de la cantora tucumana Mercedes Sosa, quien iba a brindarnos un èpico recital. Meses antes, se había producido la reapertura democrática en Brasil. En cambio, los países del Plata seguían atosigados por feroces dictaduras. Escuchar a un ícono de la lucha de nuestros pueblos contra los dictadores, en vivo y directo no era un espectáculo que se presentara todos los días. Mercedes había padecido en carne propia la política represiva instalada en su país por Videla y los demás genocidas. Amenazada por la organización paramilitar TRIPLE A, debió partir al exilio para salvar su vida, convirtiendo ese destino errante en una trinchera de denuncia a los salvajes atropellos padecidos por quienes vivían en su patria…. 

Yo jamás había estado en la capital de Río Grande del Sur, ese maravilloso estado que linda con nuestro país. Aquel turismo, me decidí a hacerlo. Disponía de unos cuantos pesos, y la economía brasilera era tan accesible que resultaba más barato ir a pasear allá que quedar en Uruguay, aunque fuera en nuestra propia casa. Unos días antes de partir estuve en Melo, con mi pariente Lito Abelar. Lito me dijo que también pasaría la semana en la metrópolis “gauya”."Nos vemos el sábado en la Rùa da Praia", la equivalente a Dieciocho de Julio de Montevideo”, me dijo Lito a modo de despedida…. El primer sábado de ese turismo, tomé un ómnibus en Yaguaròn y seis horas después bajé en la estación terminal de Porto Alegre. Quedé atónito por el movimiento infernal; la enorme cantidad de gente. Nunca había estado en lugar semejante (Montevideo no contaba aún con su terminal). Al rato logré ascender a un taxímetro e indiqué al chofer la dirección de un hotel económico recomendado por un amigo días antes. Mi único equipaje era una mochila donde llevaba lo esencial para pasar la semana. En un bolsillo llevaba la tarjeta del hotel, aportada por quien me lo había recomendado. Se la presenté al amable conserje, manifestándole mi intención de alojarme toda la semana allí. No pude tener peor “bienvenida”. Aquel buen hombre, con cara y palabras de circunstancias, me informó que el hotel estaba reservado para toda la semana. Y lo peor: que me iba a resultar imposible conseguir alojamiento en lugar alguno. “Porto Alegre, por la ventaja del cambio, está repleta de turistas argentinos y uruguayos. Hoy no se consigue un cuarto de hotel ni por una noche”, remató…. 

Eran las seis de la tarde. Con toda la desazón del mundo, mi cabeza comenzó a pensar en la posibilidad de retornar a la estación y tomarme el primer ómnibus que saliera hacia Yaguaròn. Palabra va, palabra viene, el conserje se percató de mi desilusión e indagó si yo tendría problemas en pernoctar, al menos esa noche en una “pensión familiar” de un conocido suyo. Ante mi consentimiento, escribió en una hoja del hotel “Plaza San Gerònimo 116”. “No le garantizo nada, pero ahí puede haber algo”, me expresó al darme la mano… 

Otro taxi, en medio de un mar de “fuscas”, transitando avenidas cuya existencia desconocía, hablando a los gritos con el chofer. Al final del viaje, el 116 de la plaza “San Gerònimo” indicaba la puerta cerrada de un viejo caserón, sin dudas construido muchas décadas antes. En aquella puerta de cinco metros de alto y dos de ancho, di dos o tres golpes con mis nudillos, hasta que la abrió un muchacho de mi edad. Con mi rudimentario portugués le hice saber cómo y a que había llegado hasta allí. El muchacho me franqueó la pesada puerta. Subí tras de él una escalinata de seis o siete escalones y se presentó como el encargado de esa “pensión”… Para consuelo, puso a mi disposición el cuarto donde èl vivía. “Mientras usted esté, yo duermo en ese sofá”, me dijo. Bárbaro!!!!!! Tenía alojamiento, aunque ignoraba por completo que lugar de la ciudad era aquel. El precio era de risa: a valores actuales, debían ser cien pesos el día, con baño compartido pero prolijo. Una vez me bañé para sacarme el cansancio, me dirigí al “dueño de mi hospedaje”. Eran las siete de la tarde. “Voy a dar una vuelta, le expresé. Donde queda Rùa da Praia?”. “Queda acá cerca, pero la pensión cierra a las ocho y luego no se puede entrar”. Se me cayó el mundo encima. Así que a las ocho se terminaba mi noche, para recluirme como un monje en aquel “convento” de principios del siglo veinte!!!! 

Pensión San Jeronimo
Pensión San Jeronimo

Con ese panorama, siete y pico de la tarde, me dirigí hacia “Rùa da Praìa”, que estaba allí, a cuatro cuadras según información de mi casero. Cuando mis pasos llegaron a ese lugar, la visión de la calle fue surrealista. Nunca se irá de mis retinas. Era, como había dicho Lito Abelar, la “Dieciocho de Julio” de Montevideo. Pero sin vehículos, llena de gente. Aquello parecía un acto de cierre de campaña del FRENTE AMPLIO!!!!!! Aparte de no encontrar a nadie, lo más probable era que terminara perdiéndome en medio de aquel gentío. De inmediato me percaté de que estaba siendo víctima de una broma del genial humorista que es Lito… Me sumergí en aquella multitud. Llevaba tres o cuatro cuadras caminando, sin saber aún donde estaba, cuando alguien me toma del brazo. Era “Lito” Abelar!!!!!! Hasta ahora no he logrado saber cómo se dio esa casualidad. Siete y pico de la tarde, ya tenía que volver a mi “alojamiento” antes que cerrara…. Sin poder dar crédito a esa enorme prueba de que el azar existe, le narré a Lito la absurda situación que estaba viviendo. Pronto serían las ocho y yo debía estar en la pensión, de lo contrario no tendría donde dormir. Había decidido que al otro día regresaba a Uruguay…. 

En eso estábamos cuando veo aparecer a Mónico Aguilera, un amigo guitarrista de Melo, radicado desde hacía añares en Brasil. Al gritarle, se arrimó, y luego del abrazo, ofreció acompañarme a mi alojamiento y buscarle alguna solución a aquel problema digno de Kafka… Con su auxilio, logré que el muchacho encargado de la pensión me facilitara una llave de la puerta de calle. Aquella enorme pieza de cerrajería que me entregó, digna de un museo (casi veinte centímetros de largo y un peso aproximado a los cien gramos), me iba a posibilitar la entrada y salida a la hora que quisiera…. Cambió mi ánimo; se transformó la noche; mudaron las perspectivas. 

Estaba instalado en un alojamiento que se ubicaba en pleno centro de Porto Alegre, pagando un precio ridículo por el mismo. Tenía dinero para pasar un año en aquellas condiciones…. Dejé la mochila en el cuarto, le pedí orientación a mi casero sobre donde ir a cenar, y salí a recorrer la noche “portoalegrense”. Como primer paso, al ir a la “Rùa da Praìa”, constaté que ésta seguía igual de llena. De Lito Abelar ni rastro. Por allí encontré una enorme churrasquería, llena de gente. La mayoría hablaban en castellano, por lo tanto no había dudas que se trataban de turistas "platenses". Luego de tomarme dos whiskies, comí un exquisito asado a las brazas, pagando por todo ello algo así como veinte pesos actuales… En un diario que el mozo me alcanzó leí que allí cerca se exhibía la mítica película “Estado de sitio”, filmada por el griego Costa Gavras, y cuya trama narra la lucha de los tupamaros contra el gobierno y ejército uruguayos en 1970. En aquel entonces, se organizaban excursiones de uruguayos a las ciudades brasileras donde era exhibida dado que en nuestro país, si la dictadura seguía gobernando, jamás iban a permitir pasarla…. Esa noche disfruté con la cena “regalada” en aquella churrasquería y luego mirando como los tupamaros hacían justicia con Dan Mitrione, en la magistral obra de Gavras, con música de su compatriota Theodorakis…. 

Próximo a la media noche, regreso a mi “hogar riograndense”. Buen abrigo para la temperatura que el otoño trae a este lugar del mundo en esa época, me acosté a dormir, pletórico de sensaciones, pero más que nada de LIBERTAD SIN DICTADURA!!!! A las seis y pico de la mañana, me despierto al escuchar músicas de acordeones, de guitarras, de cantos propios de la región donde estoy enclavado. Con asombro e incertidumbre me arrimo a una ventana de mi cuarto, que daba a un amplio patio interior de aquel caserón: allí estaban varios “gauyos”, ataviados con sus ropas características, afinando sus instrumentos, cantando, tomando mate y caña brasilera, entre bromas y chanzas. Mi pensión resultó ser un recinto donde se alojaba esa buena gente del interior riograndense, que concurría a la capital a participar de las criollas a realizarse en “Esteìo”, el símil a nuestra semana criolla del Prado montevideano… Una tarde me arrimé al fogón donde se elaboraba un exquisito asado. Al presentarme, me preguntaron si con esa voz, trabajaba en radio o era cantor. "Ninguna de las dos cosas. Aunque a veces, en ruedas como ésta, luego de tomar algún trago y si tengo quien me acompañe, me animo con alguna canción". Ante ello, luego de tres o cuatro copas, comencé a canturrear. No faltó un brasilero que se ofreció a acompañarme con su guitarra, para culminar con "GUITARRERO VIEJO", una de mis preferidas de Zitarrosa, recibiendo un estruendoso aplauso por parte de aquel selecto auditorio.... 

Esa tardecita, voy al hotel “cinco estrellas” donde estaba Lito Abelar, a escasas cinco cuadras de San Gerònimo 116. “Esta noche canta Mercedes Sosa en el “Gigantinho”; ya tengo entrada para vos”, me dice el querido pariente, a modo de saludo… Allí fuimos. De entrada, el clima era alucinante. Miles y miles de uruguayos y argentinos haciendo cola para entrar. Banderas de ambos países del Plata. Y aunque nos pareciera un sueño, banderas de nuestro FRENTE AMPLIO, tantos años escondidas…. Nos sentamos anhelantes de escuchar, de participar de aquel acontecimiento mágico, sabiendo que éramos participes directos también de un hecho inédito. Subió Mercedes con su bombo, sus acompañantes en guitarras, charangos y otros instrumentos. “Queridos hermanos, acá estamos con nuestro canto; con nuestro mensaje de libertad. Sabemos que la mayoría de ustedes son argentinos y uruguayos. Bienvenidos”, palabras más, conceptos menos, así comenzó su concierto…. Cuando ya a los uruguayos nos había hecho llorar a lágrima viva al interpretar “El violìn de Becho” y hacerle un homenaje conmovedor a ALFREDO, sonó el estruendo de una bomba en medio de las tribunas, para de inmediato nuestros ojos comenzar a sentir un escozor brutal. La derecha no dejaba de pasar boleta a semejante expresión popular y atacaba arteramente haciendo explotar gases lacrimógenos para interferir en aquel concierto único… 

Mercedes, con un dominio absoluto del escenario, ordenó encender las luces de todo el estadio. “Claridad, por favor, claridad. Los lobos traicioneros se escudan en la sombra”… 

LALO LARREGUI / SETIEMBRE 2015

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