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145 años de soledad
Ruben
Loza Aguerrebere ( El País Digital - UY)
Hace
45 años fue publicada una de las novelas más famosas de la
literatura moderna. Hablo de "Cien años de soledad", de
Gabriel García Márquez. Los memoriosos recordarán que en la
carátula de esa primera edición se veía un barquito en plena
selva. Fue la única con este detalle; a partir de la 2ª edición,
una semana después, se cambió la carátula.
El
pasado, como se sabe, es un bosque grande y hermoso. La historia de
los sentimientos, la historia a secas, se explica siempre, aunque de
manera diferente, y, quien puede atestiguarlo como pocos, es Gabriel
García Márquez. En sus libros, cuya suma lo condujo al Premio Nobel
de literatura de 1982, ha quedado en evidencia cuánto este escritor
le debe al recuerdo, a la memoria y, por cierto, a su deslumbrante
imaginación. Esta pluma logra el milagro de que no hay nada en el
mundo, salvo el libro y tú, lector.
Hijo
de Eligio García Márquez, quien trabajaba como telegrafista y que
aparece en "Cien años de soledad", como también buena
parte de su familia, García Márquez, nacido en 1927 y criado por
sus abuelos maternos, el coronel Nicolás Márquez y doña
Tranquilina, creció en Aracataca, un caserío perdido en las
plantaciones bananeras. Este lugar fue inmortalizado con el nombre de
Macondo, detalle que tomó de su maestro, William Faulkner, creador
del pueblo llamado Yoknapatawpha. Y así, en un libro y otro, en
Macondo, surgen y se renuevan las infinitas versiones de una vasta
historia, echando mano a los recuerdos. Un mundo se desdibuja, y otro
nace. De aquel universo distante, gracias a las palabras, surge el
mundo vivo y mágico de sus libros, a través de cuerpos, corazones y
costumbres, en quienes el tiempo ha dejado su huella imborrable.
Luego
de publicar "La hojarasca", en 1955, viajó a Europa;
recorrió más tarde algunos países del Este, sobre los que escribió
crónicas periodísticas, mientras tomaba apuntes para futuras obras.
Vivió pobremente en París. Más tarde, dio a conocer "El
coronel no tiene quien le escriba" y "La mala hora" y,
tras silencio de cinco años, estalló con "Cien años de
soledad".
¡Cómo
ha volado el tiempo para quienes la frecuentamos, deslumbrados! Y
cómo sigue seduciendo a sus nuevos lectores este libro, que sin duda
fue escrito en estado de gracia. Y es que "Cien años de
soledad" está planeado como una composición musical cuyo
"leitmotiv", que abunda en violentos contrastes humanos, es
la experiencia fabulosa de un mundo que no prescinde de la magia, ni
de la fantasía, que se aglutinan en Macondo.
La
sucesión de hombres y mujeres que deambulan por las calles de
Macondo, desnudan cuanto late en sus almas, se elevan sobre lo común
y van tejiendo una dimensión mítica. En consecuencia, "Cien
años de soledad" es un compendio de cuantos cabos sueltos ha
desperdigado, a lo largo de los años, este escritor en sus cuentos y
novelas.
La
fastuosa imaginación literaria García Márquez se abisma en la
vida, el amor y la muerte, de una manera única. ¿Por qué? Porque
el escritor se sobrepone a la presencia de lo que no tiene respuesta,
esa entelequia llamada destino, y por ello sus páginas deslumbradas
siguen alimentando hoy (como diría Petit de Murat) una alta hoguera
de preguntas deslumbradas. Ello ocurre con las obras maestras,
intocadas por el tiempo y aunque pasen cuarenta y cinco años de
soledad.
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